La evangelización del mundo entero en esta generación demanda, hombres cuya misión en principio y método sea la que Cristo mostró con su vida. El problema de los métodos de evangelización: ¿Estamos realmente cumpliendo la gran comisión de Cristo? ¿Vemos como resultado de nuestro ministerio una comunidad creciente y pujante de hombres consagrados que comunican al mundo el evangelio? No se puede negar que estamos muy ocupados en la iglesia afanados por llevar a cabo un programa tras otro de evangelización. Pero, ¿estamos cumpliendo el propósito deseado?
A la función le sigue la forma:
Todo lo que hacemos debe tener un propósito. De lo contrario, nuestra actividad puede resultar inútil por falta de rumbo y por confusión de metas.
Nuestro plan de estudio:
Seguir las pisadas de Jesús, tal como se describen en los Evangelios. Para comprender plenamente el plan de Jesús debemos acudir al Nuevo Testamento y en especial, a los Evangelios. Con el afán de descubrir la razón que lo indujo a llevar a cabo su misión en la forma en que lo hizo. Sus tácticas se han analizado desde el punto de vista de su ministerio en conjunto, con la esperanza de entender los métodos que siguió con los hombres.
Cristo: ejemplo perfecto:
Siempre supo discernir la senda recta y, como hombre perfecto, vivió tal como Dios viviría entre los hombres
Su propósito fue claro:
Siempre lo tenía presente en su mente. Tenía puesta la mirada en el día en que su reino aparecería con toda gloria y poder. Sus mansiones estaban en lo alto. Fue a preparar para su pueblo un lugar que tenía fundamento eterno en los cielos. Nadie estaba excluido de su propósito de gracia. Al contrario de nuestra forma de pensar superficial, en la mente de Jesús no existió jamás distinción alguna entre misiones extranjeras y domésticas. Para Jesús era todo evangelización mundial.
Se propuso triunfar:
Su significado emanaba del hecho de que contribuía al propósito último de su vida de redimir al mundo para Dios. Esta fue su visión rectora de su conducta, Fue la norma de todos sus pasos. Démonos bien cuenta de ellos. Ni un momento perdió Jesús de vista su meta. Se dedico a los negocios de su Padre. Vivió, murió, y resucitó según lo previsto. Al igual que un general planea el curso de la batalla, el Hijo de Dios hizo planes para triunfar. Sopesó todas las alternativas y los factores variables en la experiencia humana, después de lo cual concibió un plan que no fallaría.
Su plan merece cuidadoso examen:
A primera vista podría incluso parecer que Jesús no tuvo plan alguno. Otros descubrirán una técnica particular pero no las normas básicas. Y aquí radica una de las maravillas de esa estrategia. Es tan modesta y silenciosa, que el cristiano atolondrado no atina a descubrir. Pero cuando el discípulo dispuesto llega por fin a caer en la cuenta del método general de Jesús, le sorprende su sencillez y se pregunta cómo la pudo pasar por alto anteriormente A continuación se pretende aclarar ocho principios rectores del plan del Maestro. Sin embargo, debe aclararse que no hay que entender los distintos elementos si se dieran siempre en un mismo orden, como si el último no comenzara hasta tanto que los otros estuvieran en pleno funcionamiento. De hecho, cada uno de ello implica todos los demás y, en cierto modo, todos comenzaron con el primero. El esquema sólo pretende estructurar el método de Jesús y hacer resaltar la lógica progresiva del plan. Se observará que a medida que el ministerio de Jesús se desarrolla los elemento de hacen más patentes y la secuencia de los mismo se vuelve más perceptible. .
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